Por qué tus objetivos de año nuevo van a ser una mierda... otra vez


Te cuento la historia de un funcionario alemán que demuestra que tus metas de año nuevo son una mierda.


Una cosa te voy a decir.

El correo de hoy es largo. Así me ha salido y así te ha llegado.

Y otra cosa también te voy a decir.

Si lees hasta el final igual te convenzo de algo.

Tus metas de año nuevo son una mierda.

Bueno. En realidad son peor que eso.

Son inútiles.

Déjame contarte la historia de un funcionario alemán que te va a reventar la cabeza.

Literal.

Bueno, literal no. Eso sería semánticamente incorrecto.

O desagradable (sobre todo para ti).

Mejor diremos “figuradamente literal”.

Hablemos de Niklas Luhmann.

Lo más probable es que no hayas oído hablar de Niklas Luhmann en tu vida.

Pues mira, Niklas Luhmann fue un funcionario alemán.

Un funcionario alemán que, mientras trabajaba en la administración, se dedicó a estudiar sociología en sus ratos libres.

Hay funcionarios que desayunan tres veces al día como los hobbits y hay funcionarios que leen libros de sociología para que la desidia burocrática no les arrebate las ganas de vivir.

Ojo, que esto es cierto.

Conozco a funcionarios a los que les gusta leer libros más densos que un polvorón cubierto de colacao. Y los disfrutan como cualquier economista que se precie disfrutaría de una hoja de cálculo bien formateada.

Porno duro.

Pues resulta que tras cuatro años de no ir a desayunar con sus compañeros, Niklas Luhmann escribe un libro y le pone el sugerente título de “Funktionen und Folgen formaler Organisationen” (Funciones y consecuencias de las organizaciones formales).

Lo que te digo. Polvorón y colacao.

Gracias a este libro, le ofrecen una beca para estudiar en Harvard con el mismísimo Talcott Parsons. Que ni tú ni yo sabemos quién es Talcott Parsons pero resulta que este tío era el pope de la sociología moderna occidental.

Que es como si tú en tus ratos libres te dedicas a estudiar biología, terminas escribiendo un libro y te llama Charles Darwin para que vayas a estudiar becado con él.

Charles Darwin era un genio.

Y Niklas Luhmann también.

Total, que se saca el doctorado.

Y se convierte en profesor de la Universidad de Bielefeld.

Y escribiría más de 400 artículos.

Y más de 70 libros.

SETENTA (con “s” de sesenta y con “t”).

Escribió sobre derecho, sobre economía, sobre política, sobre arte, sobre religión, sobre ecología, sobre medios de comunicación y sobre el amor.

Sí. Sobre el amor.

Esta no la viste venir.

Un funcionario alemán escribiendo un ensayo sobre el amor.

Cositas que nos regala la historia.

Aquí mi fusil, aquí mi pistola

Escucha, que esta es buenísima.

Cuando comenzó a trabajar como profesor en la universidad, el rector le preguntó por sus planes de investigación.

Ojo a lo que respondió.

“Teoría de la sociedad. Duración: 30 años. Coste: ninguno.”

El muy cabrón lo soltó así. Sin pestañear. Sin nadie que le sujetara el cubata.

¿Y sabes qué es lo más heavy?

Que lo cumplió.

LO PUTO CUMPLIÓ.

Estuvo trabajando casi treinta años y publicó un libro que cambió la sociología moderna para siempre: “Sistemas sociales: Esbozo de una teoría general” lo tituló.

Insisto: polvorones y colacao.

Pero espera, que hay otra frase buenísima que soltó cuando le preguntaron por sus métodos de trabajo.

“Nunca me fuerzo a hacer algo que no me apetezca. Si me atasco, hago otra cosa”.

Ole ahí. Un tío que procrastinando es capaz de escribir una enciclopedia.

La sociología se hace sola. No hay que hacerla.

Hay quien tiene un plan.

Hay quien tiene ideas.

Hay quien tiene un avión comercial en el jardín de su casa.

Niklas tenía un sistema.

Una forma de trabajar que hacía que el progreso no viniese del esfuerzo por cumplir unos objetivos, sino de crear un entorno que hiciera que el progreso fuera inevitable.

Un sistema tan simple que da vergüenza:

Notas.

Sí, NOTAS.

Notas y cajas.

Escribía notas que metía en cajas.

Muchas notas y muchas cajas.

Unas 90 000 notas escribió a lo largo de toda su vida.

Flipa.

El sistema se llamaba Zettelkasten, que en alemán significa “cajón de notas” porque se componía básicamente de notas en cajas.

Todo muy coherente. Todo muy alemán.

Y era ridiculamente simple:

Uno. Escribes una nota con una sola idea

Dos. La conectas con otras notas relacionadas

Tres. Guardas la nota en la caja de notas

Cuatro. Cuando tienes que escribir sobre algo, buscas y sacas las que sean relevantes para tu trabajo.

Cinco. Por el culo te la hinco.

Seis. Escribes

Siete. Vuelves a guardar las notas en la caja de notas.

That’s it.

No hay más.

Todo se basaba en notas que contenían un sólo concepto y que estaban conectadas a otras notas mediante un sistema de referencias.

Sí. Lo has pillado.

Notas atómicas.

(guiño, guiño, codazo, codazo)

El tema es que su sistema le permitía capturar, olvidar y recuperar de forma sistemática todo lo que en algún momento leyó y aprendió.

Era el equivalente al “guardar partida” del Super Mario Bros, si el Super Mario Bros hubiera tenido un puto sistema de guardado de partida y no hubiera que empezar desde la primera pantalla cada vez que llegabas a casa del colegio.

Y esto liberaba a su cerebro de una tarea que se le da mal: recordar.

Nuestro cerebro no es bueno recordando.

De hecho, es bastante malo.

De hecho, es peor que malo.

Cada vez que recordamos algo, en realidad estamos recordando un fragmento incompleto y nuestro cerebro lo rellena con cosas que jamás ocurrieron.

Hasta ese punto de malo es nuestro cerebro a la hora de recordar.

Y Niklas lo sabía.

Sabía que cada minuto que dedicaba su cerebro a recordar, era un minuto en el que estaba desperdiciando recursos.

Y que por lo tanto no podía depender de su cerebro para recordar cosas.

Y que si no quería depender de su memoria, la mejor alternativa era dejar por escrito sus pensamientos.

Así que escribir se tenía que convertir en un aspecto central de su sistema.

Escribir le permitiría dedicar su cerebro a lo que mejor hacía: pensar.

“No es posible pensar sistemáticamente sin escribir”, decía.

Y joder, tenía razón.

Porque su sistema no cambiaba la forma de escribir.

Su sistema cambiaba la forma de PENSAR.

Y no lo digo en sentido metafórico (al final del correo te cuento una cosita sobre arte japonés).

Nuestra incompetencia viene dada por los sistemas que utilizamos.

Esta frase que viene a continuación es de James Clear.

Y es la frase que quiero que te tatúes en el cerebro.

No te elevas al nivel de tus metas. Desciendes al nivel de tus sistemas.

BOOM.

¿Sabes por qué esto es una hostión de realidad?

Porque los ganadores y los perdedores tenemos todos las mismas putas metas.

Piénsalo:

¿Cuántos compañeros de Luhmann querían revolucionar la sociología?

¿Cuántos querían escribir grandes libros?

¿Cuántos soñaban con dejar huella?

Seguramente todos.

Ahora piensa en esto:

¿Cuánta gente quiere estar en forma?

¿Cuánta gente quiere tener dinero?

¿Cuánta gente quiere tener más tiempo libre?

Todo. El. Puto. Mundo.

Y hay quien lo consigue y quien no lo consigue.

La diferencia entre Luhmann y sus colegas de profesión no estaba en lo que querían conseguir. Estaba en cómo trabajaban para conseguirlo.

La diferencia está en que hay quien tiene un sistema que le funciona y quien no lo tiene.

Todo lo de arriba son objetivos.

Todo lo de arriba son buenos deseos.

Todo lo de arriba es meramente aspiracional.

Todo lo de arriba es un “ya voy”.

Es un “a ver si nos vemos”.

Es un “voy a gobernar para todos”.

Es una hamburguesa vegana.

Los buenos deseos están guay para ponerlos en tazas y venderlas por cinco veces su valor real a gente que se cree que si deseas mucho una cosa, ésta se convierte en realidad.

Los buenos deseos terminan borrados de una taza la cuarta vez que la metes en el lavaplatos.

Salvo que cuentes con un sistema.

Y si cuentas con un sistema, los objetivos dejan de ser objetivos y se convierten en consecuencias.

Niklas Luhmann tenía un sistema que le facilitaba la escritura, la conexión de conceptos y la generación de nuevas ideas.

Su sistema hacía que conectar ideas saliera de forma natural. Sin esfuerzo.

Su sistema hacía que fuera más fácil generar ideas que NO generarlas.

Sus más de 70 libros y sus más de 400 artículos son consecuencia de su sistema.

Y el hecho de haber cambiado la sociología moderna para siempre también es consecuencia de su sistema.

Piénsalo así:

Si tienes un sistema que te facilita hacer ejercicio y dejar de comer Phoskitos, es cuestión de tiempo que te pongas en forma y mejores tu salud, sin ponerte a dieta.

Si tienes un sistema que te permite invertir, gastar mejor y evitar el derroche, es cuestión de tiempo que tengas un colchón de dinero ahorrado y por lo tanto más libertad financiera, sin tener que contar las lonchas de jamón que puedes cenar esta noche.

Si tienes un sistema que minimiza las distracciones con las redes sociales, tendrás más tiempo para pasarlo con tu familia, hacer más ejercicio, descansar mejor, trabajar mejor y/o leer este puto correo joder qué largo te ha quedado cabrón.

Niklas Luhmann tenía un sistema. Un sistema que hizo que le resultara inevitable escribir 70 libros, más de 400 artículos y revolucionar toda una disciplina.

Sin esfuerzo.

Niklas tenía un puto sistema.

¿Sabes qué no tenía Niklas?

Tazas con mensajes motivadores.

Odio profundamente esas putas tazas.

Un abrazo, El Notas Atómico ⚛️


No te elevas al nivel de tus metas. Desciendes al nivel de tus sistemas.

Las metas son solo deseos. Los sistemas son los que te facilitan o dificultan alcanzar dichas metas.

Un buen sistema hace que el progreso sea natural y sin esfuerzo, convirtiendo las metas en meras consecuencias.

Los ganadores y los perdedores tenemos las mismas metas. La diferencia está en los sistemas que utilizamos.

Fuentes

Hábitos atómicos - James Clear


ESCENA POST-CRÉDITOS

INT. DESPACHO - NOCHE
La pantalla en negro se FUNDE con una tenue luz de escritorio.

VOZ EN OFF
(susurrando)
Hay algo que no te he contado sobre el Zettelkasten de Luhmann.
Pausa dramática.

VOZ EN OFF
(más intensa)
Algo que explica por qué funcionaba tan bien.

La cámara se DESLIZA lentamente sobre una mesa de madera llena de notas.

VOZ EN OFF
No eran las notas lo que lo hacía brillante.

PRIMER PLANO de los espacios vacíos entre las notas.

VOZ EN OFF
(revelando)
Eran los espacios entre las notas.

La cámara se MUEVE hacia un jarrón japonés roto y reparado con oro.

VOZ EN OFF
En Japón existe un arte llamado Kintsugi…

PRIMER PLANO de las líneas doradas.

VOZ EN OFF
Cuando una pieza de cerámica se rompe, reparan las grietas con oro.

La cámara se ALEJA para mostrar el jarrón completo.

VOZ EN OFF
La belleza no está en las piezas, sino en las conexiones doradas entre ellas.

Un SILENCIO tenso. La cámara gira lentamente hacia el NARRADOR en sombras.

La luz REVELA gradualmente a SAMUEL L. JACKSON en su característica pose Nick Fury, con el parche en el ojo.

SAMUEL L. JACKSON
(mirando directamente a cámara)
¿Te gustaría que profundizáramos en ello?
(pausa)
Motherf…

CORTE A NEGRO.
[Suena el tema de Los Vengadores mientras aparecen los créditos finales]

Y… ¡Corten!

Mira, no te voy a mentir: si veo que esto interesa a alguien, me pongo las pilas y me curro una serie de correos sobre Zettelkasten, arte japonés y Bach.

O de Zettelkasten, interés compuesto y efecto Kuleshov.

O de Zettelkasten, Arrigo Sachi y la Isla de las Tentaciones.

Respóndeme con un “Sí” si quieres me meta en este fregado, para que luego yo haga lo que quiera.

Respóndeme con un “No” si prefieres que me meta en otro tema diferente, para que luego yo haga lo que quiera.

Si tienes cosas mejores que hacer, no me respondas.

Y recuerda que si te abruman estos correos, siempre puedes darte de baja.

Ahora sí, nos vemos en el próximo correo.

El Notas Atómico ⚛️

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Aunque mi recomendación es que dediques tu tiempo a leer cosas de verdad.

Lo digo en serio.