Crece 6 cm sin cirugía (el truco que los médicos no quieren que sepas)


Un experimento australiano reveló cómo puedes crecer sin hacer absolutamente nada... salvo esto


¿Quieres un truco para crecer varios centímetros sin someterte a cirugía, ni ponerte alzas, ni dejarte tupé?

Claro que quieres.

Salvo que pases de los 2 metros, lo normal es que te seduzca MUCHO la idea de medir más de lo que mides ahora.

Y encima sin cirugía. Sin tacones ni plataformas. Sin un ridículo tupé que, en mi caso, debería ir precedido de un viaje a Turquía.

Sin esfuerzo.

Pues el truco está TIRADO.

Basta con que hagas creer a la gente que tienes un título cojonudo.

Por ejemplo, marqués.

O premio Nobel.

O astronauta.

O líder de una banda violenta que se dedica a organizar peleas ilegales de gallos, yo qué sé.

Dependerá, seguramente, de ante quién quieras “crecerte” y de lo impresionable que sea la persona que tengas enfrente. Pero básicamente el truco consiste en esto.

Y tengo un experimento que lo demuestra.

Resulta que en una universidad de Australia decidieron simular que habían recibido una visita de alguien que venía de otra universidad. En concreto de la universidad de Cambridge.

Podrían haber elegido Oxford pero, por las razones que sean, decidieron que tenía que ser Cambridge. Sea como sea, la decisión es irrelevante para el tema que nos ocupa en este momento.

Y a este supuesto visitante lo presentaron delante de cinco clases diferentes.

De forma diferente en cada una de ellas.

Cinco clases diferentes de cinco formas diferentes, creo que se entiende.

👨‍🎓 En la primera dijeron que era “un estudiante”.

👨‍🔬 En la segunda, “un ayudante de laboratorio”.

👨‍🏫 En la tercera, “un profesor auxiliar”.

👨‍🏫👨‍🏫 En la cuarta, “un profesor titular”.

👨‍🏫👨‍🏫👨‍🏫 Y en la quinta (ya te lo imaginas), “catedrático”.

Después de presentar al susodicho, pidieron a los alumnos que estaban presentes que calcularan la altura del invitado.

Y observaron que con cada incremento en el nivel académico la altura percibida subía algo más de 1 cm.

La diferencia entre el “estudiante” y el “catedrático” fue de unos 6 cm.

Que te perciban como alguien con autoridad hace que te perciban como alguien de más altura de lo que realmente eres.

¿Cómo te quedas?

Éste es el mismo efecto por el que a veces te has sentido “empequeñecer” cuando te encontrabas con figuras que considerabas de autoridad: jefes, famosos, tu suegro…

Tu cerebro volviendo a hacer de las suyas.

Y sin necesidad de fumarte nada.

En el email anterior ya te hablé del principio de autoridad como la tendencia a obedecer o dejarnos guiar por figuras que percibimos como autoridades.

Hoy vamos a profundizar en algo aún más fascinante.

Atiende:

No necesitamos autoridad real para activar este principio. A menudo, basta con los SÍMBOLOS asociados a ella.

Y hay tres símbolos que pueden disparar el principio de autoridad sin autoridad real:

🏆 Los títulos
🦺 La ropa
👑 Los adornos


Otra vez tres elementos. En serio, es que lo del número tres me flipa. Cómo molan los grupos de tres.

Aunque hay gente que dice que tres son multitud, yo digo que depende. Por ejemplo, tres para jugar al pádel no son multitud. Para jugar al pádel, tres personas son pocas personas.

O para jugar al mus.

A mí, la verdad, es que el mus no me gusta nada. Mucho gallito y mucha chulería para estar apostando con garbanzos. El póker SÍ es un juego de verdad.

Si tú eres más de mus que de póker y te he ofendido, recuerda que te puedes dar de baja al final del correo.

Órdago a chica.


Te decía que esto iba de títulos, ropas y adornos.

Y que hoy te voy a hablar de los títulos.

Títulos que son, por cierto, bastante paradójicos.

Si lo pensamos detenidamente, son símbolos de autoridad tremendamente difíciles de conseguir de forma legítima (años estudiando como un cabrón, salvo que seas un político y te lo regalen) y a la vez los más fáciles de falsificar.

Cuelga un papel en la pared que lo diga y ya eres “experto en nutrición cuántica”.

O pon en LinkedIn que eres Quantum Nutritionist Expert (mejor en inglés) y vualá.

O incluso ve más lejos e invéntate una organización y ponte como director. Por ejemplo, Chief Quantum Nutritionist Officer en el European Quantum Nutrition Institute (si es en inglés, mejor, ya tú sabes).

A nuestro cerebro le da igual. Responde al título “director” automáticamente, como cuando ves un plato de tortilla de patata (sin cebolla) y empiezas a salivar.

Para que te hagas una idea de lo idiotas que somos ante los títulos…

¿Sabías que la empresa Vicks anunciaba un producto suyo hace tiempo con un actor que interpretaba a un médico en la serie Hospital General?

El anuncio comenzaba con el actor diciendo: “Hola, no soy un doctor real, pero interpreto a uno”.

😂😂😂 (mis “dieses” para el PUTO GENIO al que se le ocurriera semejante ideaca).

OJO CUIDAO que el anuncio por lo visto lo petó.

Lo petó tanto que cuando condenaron al actor un par de añitos (o los que fueran) a prisión por evasión fiscal, cogieron a otro actor de otra serie de médicos e hicieron lo mismo.

Y siguió petándolo.

TOMA. YA.

Porque el cerebro de muchos telespectadores cogía el atajo que le ofrecían y se quedaba con la asociación “médico recomienda producto”. Aunque el médico no fuera real.

Es para preguntarle a nuestro cerebro: ¿¿¿PERO TÚ CON QUIÉN COÑO VAS, CABRÓN???


Ahora me tocaría hacer una transición a otro punto del que te quiero hablar, pero como no se me ocurría una forma sutil de hacerlo, te dejo esta imagen por aquí.

No te olvides nunca de poner las manos delante de la cara cuando te caigas

La metáfora la pones tú y yo continúo hablando sobre cómo el título que ostenta una persona puede cambiar la forma en la que interactuamos con ella.


Igual te suena porque te lo acabo de decir en el párrafo inmediatamente anterior, pero el título que ostenta una persona puede cambiar la forma en la que interactuamos con ella.

Dependerá de quién sea esa persona y quiénes seamos nosotros. Eso es obvio. Pero te voy a dar un par de ejemplos que creo que se explican con esto.

Ejemplo #1

Resulta que conozco a varios miembros de la Benemérita (siendo “varios” más de 1 y menos de 4).

Y siempre me ha llamado la atención que nunca revelan su profesión si lo pueden evitar. Se limitan a decir que son “funcionarios”.

Y aunque lo intuía, ahora estoy casi seguro de saber por qué.

Porque cuando la gente que no los conoce se entera de su título, cambia la forma que tiene de relacionarse con ellos. El título crea una especie de barrera. Si antes estaban hablando de forma animada y distendida, ahora se vuelven más reservados y huidizos. Llámalo prejuicios si quieres, pero los prejuicios vienen dados por el símbolo que supone el título en cuestión.

Y esto es probable que te haya pasado en algún momento de tu vida tras un ascenso profesional. La relación de tus antiguos compañeros contigo sencillamente cambia.

Es lo que hay.

Como ves, esto del título no siempre tiene que jugar a tu favor.

Ejemplo #2

El otro ejemplo que te quiero contar difiere del anterior en que, en este caso, la diferencia estaba en NO tener un título.

Sucedió durante mis años de estudiante de medicina.

Porque todos tenemos un pasado y el mío consiste, entre otras cosas, en que estudié cuatro años de medicina antes de dejarlo. Pero eso es otra historia que no viene a cuento hoy.

Lo que sí viene a cuento es esto que te voy a contar.

Era una rotación por el área de medicina interna.

Ahora no sé, pero por entonces, los internistas eran como lo más de lo más. O eso me transmitía a mí la gente que sabía más que yo.

Para mí, los más de lo máses tenían que ser a la fuerza los médicos de familia, que son los que más tendrían que saber de todo. Los que curan. Los que previenen. Pero resulta que a los médicos de familia los tenemos gestionando bajas laborales. Y aprovecho para soltar mi pequeña soflama del día: esto es algo que deberíamos hacernos mirar como sociedad.

Pues los residentes que estaban encargados de llevarnos de paseo y enseñarnos cosas andaban muy perdidos con una paciente. Así que hicieron lo que hacían siempre para desembarazarse de nosotros, meros estudiantes de ¿tercero? ¿cuarto? (no recuerdo bien) y que, en el fondo, no hacíamos otra cosa que molestar.

Nos pidieron que le hiciéramos una historia clínica (una entrevista, vaya).

Y así hicimos.

Y, claro, no sacamos nada nuevo (tampoco se nos presuponía).

Sin embargo, después de hablar con la paciente decidimos hablar con la enfermera. Y ésta, sin pestañear, nos dijo: “Claro. Es un caso claro de bulimia porque blablablabla”.

Ya te digo que esto fue hace más de 20 años y los recuerdos recuerdos son, así que no me pidas que te relate el “blablabla” porque me lo tendría que inventar.

Además, eso es un detalle irrelevante para esta historia.

Lo verdaderamente relevante es que NUNCA ANTES había compartido esta información (obviamente crucial) con los médicos.

¿Por qué?

Pues sinceramente, ni puta idea.

Pero sí intuyo por qué compartió la información con nosotros.

Y es que como estudiantes sin título que éramos, no éramos una amenaza de ningún tipo. No estaba “enmendándole la plana” a los internistas.

O igual es que asumía que eso ya lo sabían porque, ya sabes, son “médicos” y los médicos saben esas cosas.

O simplemente es que fuimos los primeros en preguntarle.

Ya te digo que ni idea.

Pero a día de hoy estoy convencido de que la ausencia del título de médico jugó un papel fundamental a la hora de que la información fluyera (y la paciente por fin tuviera un diagnóstico).

Caso cerrado.

(Ahora es cuando me pongo las gafas de sol y de fondo suena Who are you, de The Who).


Todo esto no dejan de ser anécdotas curiosas con una buena dosis de especulación por mi parte, pero… ¿tenemos algún tipo de evidencia que demuestre la influencia de un título?

OBVIO QUE SÍ.

Y también tiene que ver con médicos y enfermeros.

¡Dentro experimento!

Resumidamente: un grupo de investigadores hizo 22 llamadas telefónicas a diferentes puestos de enfermería de varios hospitales. Una persona se identificó como médico (sin serlo) y ordenó administrar 20 mg de un medicamento (Astrogen) a un paciente concreto.

Había CUATRO razones por las que desde el puesto de enfermería deberían haber mandado a la mierda esta orden:

1️⃣ La prescripción se hizo por teléfono (prohibido por normativa).
2️⃣ El medicamento ni siquiera estaba permitido en el hospital. Había stock en la farmacia, pero no se podía utilizar.
3️⃣ La dosis era el DOBLE de la máxima segura.
4️⃣ La orden venía de un desconocido total.

Bueno, pues con estas cuatro razones (insisto, cuatro), cada una de las cuales bastaba para mandar a tomar por culo al solicitante…

…el 95% del personal de enfermería obedeció.

El 95% de las llamadas desembocó en personal yendo a la farmacia, cogiendo el medicamento, cargando la dosis prescrita (recordemos, la doble de la máxima recomendada) y dirigiéndose a la habitación del supuesto paciente.

NOVENTA Y CINCO POR CIENTO.

Y estamos hablando de profesionales cualificados. Gente profesional que sabe lo que hace.

El poder del título “médico” anuló todo su juicio crítico.

Para tu tranquilidad, antes de entrar a la habitación del supuesto paciente se interceptaba al enfermero.

Un placaje muy muy molón. Menos mal que no es a mí

A mí me gusta imaginarme que los placaban y que todo se veía como a cámara lenta mientras se oía un “NOOOOOOOOooooooooooo…..”


¿Y cuál es el origen de que este símbolo funcione tan bien?

Te cuento.

En el reino animal, por lo general los animales más grandes son los dominantes. Los gorilas más grandes mandan. Punto.

Pero para evitar los daños colaterales que tiene pelearse (muchas veces a muerte) con otro miembro de tu especie, muchas especies han desarrollado formas de mostrar su poder para poder medirse sin llegar a los puños (o a los dientes, cuernos o zarpas). Extienden las alas, hinchan bolsas, se golpean el pecho, enseñan colores…

Pues de alguna forma, nosotros hemos sofisticado estas formas de demostrar poder. Y en lugar de mostrar los dientes, los puños o aullar (aunque algunos machos de nuestra especie me consta que todavía lo hacen), ahora mostramos credenciales en forma de títulos relacionados con el poder.

Vamos, que somos gorilas con diplomas colgados en la pared y nombres de puestos rimbombantes en nuestras tarjetas de visita.


Y yo creo que con esto ya estaría por hoy.

Porque la alternativa sería un mail como el que acabas de leer, pero cuatro veces más largo.

Y ni tú ni yo queremos eso, ¿a que no?

Así que ahora recapitulamos y cerramos, ¿te parece? Porque a mí me parece fenomenal.

Vamos a ello.


Hoy hemos visto cómo hay símbolos que nos otorgan autoridad.

Esta autoridad puede ser real (guardias civiles, médicos…) o no (las llamadas del médico falso a los puestos de enfermería).

Pero independientemente de que sean reales o no, estos títulos alteran la percepción que tenemos de quien ostenta (o dice ostentar) dichos títulos.

Esta autoridad, ya lo vimos en el último mail, es un arma de influencia poderosísima. Y lo volveremos a ver dentro de unos pocos emails, donde te contaré un caso real MUY FAMOSO en España de un tipo que usó (y abusó) de estos símbolos para liarla parda.

Pero para eso tendrás que esperar todavía unos pocos correos más.

Paciencia.

De momento te avanzo que en el próximo correo te hablaré sobre el segundo símbolo de autoridad: la ropa.

Si hay algo que deteste en la vida es ir a comprar ropa. Siempre me ha parecido lo puto peor.

Un abrazo,

El Notas Atómico ⚛️


Los títulos son símbolos que activan el principio de autoridad de forma casi inmediata e inconsciente.

Para ello no es necesario ni siquiera que los títulos sean reales.

Incluso cuando son falsos, nuestro cerebro responde a ellos como símbolos de autoridad, alterando nuestra percepción de quien los ostenta.

Este poder de influencia es tan fuerte que puede hacernos ver a alguien más alto de lo que es, seguir indicaciones peligrosas, o cambiar completamente nuestra forma de relacionarnos con esa persona.


P.D. Como siempre, este email está basado en el libro “Influencia” de Robert Cialdini. Te recomiendo que lo leas.

P.D.2: Si tienes amigos/as bajitos/as que sueñan con ser más altos/as, reenvíales este correo. Te lo agradecerán seguro.

P.D.3: ¿Recuerdas lo de los “expertos” durante la pandemia? ¿Esos expertos que nunca existieron? Pues la reflexión de por qué utilizaron la excusa de “los expertos” creo que se hace sola…

Si todavía no estás suscrito...

...puedes hacerlo aquí abajo 👇.

Aunque mi recomendación es que dediques tu tiempo a leer cosas de verdad.

Lo digo en serio.