Imagina que vas caminando por la calle.
Por la Gran Vía de Madrid, por la Diagonal de Barcelona, por la calle San Pedro de Cuenca o por la calle Santa Clara de Zamora… (si no conoces Zamora o Cuenca estás tardando, por cierto)
Vas por la calle que más rabia te dé. Pero vas. Caminando. Vas con un poquito de prisa pero no mucha, porque has quedado dentro de 10 minutos y estás a 13 de tu destino. Y a ti no te gusta llegar tarde, ¿verdad?
¿VERDAD?
Bueno, pues ahí que vas caminando, pensando en las ganas que tienes de llegar porque has quedado con alguien que te apetece mucho ver (tu crush, tu lover, tu padre, tu madre o tu grupo de colegas de toda la vida)
A tu alrededor te fijas en una pareja que camina conversando, de frente a ti viene un joven con los cascos escuchando música (o igual es un podcast, vete a saber), también hay una chica con un abrigo rojo que está mirando al cielo, y el resto de gente que pasea mirando a sus respectivos móviles.
¿Qué haces?
Pues seguramente continuar tu trayecto y ya está, ¿no?
ME ABUUUUURROOOOOOO
Espera, que vamos a introducir unos cambios en esta escena. Todo esto va a algún sitio, confía en mí 🙏
Acción.
Estás caminando por esa misma calle y ves a la misma gente que antes. Pero ahora, la pareja que camina conversando se fija en la chica del abrigo rojo (la que estaba mirando al cielo) y se para. Y se ponen a mirar al cielo también. Y el chico que venía escuchando música (o un podcast, vete a saber) se fija en la pareja y hace lo mismo que ellos. También se pone a mirar al cielo. Y lo mismo pasa con el resto de gente que iba mirando a sus móviles.
Todos se han puesto a mirar al cielo.
¿Qué haces tú?
Lo lógico, normal y esperable es que también te pongas a mirar al cielo, ¿verdad?
¿VERDAD?
Verdad.
OJO CUIDAO que ahora te voy a proponer un reto.
Quiero que te concentres en esa misma escena lo más vívidamente posible que puedas. No vamos a cambiar nada.
Pero quiero que la visualices.
💃 La chica del abrigo rojo mirando al cielo.
👩❤️👨 La pareja mirando al cielo
🎧 El chico de los auriculares también mirando al cielo
📱 Todo el resto de gente que estaba con sus móviles, parados, mirando al cielo.
Y tú acercándote a ellos de camino a tu destino.
Y ahora simplemente te digo: NO MIRES al cielo.
Quiero que te imagines pasando a través de toda esa gente parada que está mirando al cielo PERO SIN MIRAR HACIA ARRIBA.
¿Qué sientes?
Todo el mundo ahí mirando al cielo, pero TÚ NO PUEDES MIRAR.
A VER.
Que esto es un email. Lo normal es que estés leyendo esto desde tu móvil mientras desayunas o mientras sueltas lastre. Así que lo normal es que esto no te haya provocado ninguna reacción.
PERO.
Si hubieras estado realmente en esa calle, con esa gente, todos mirando al cielo…
…sé que, en lo más profundo de tu alma, tú también querrías mirar. NECESITARÍAS mirar.
Nuestros cerebros, el tuyo y el mío, QUERRÍAN mirar hacia arriba. Incluso si te dijera que no hay nada que ver y que esto es simplemente un experimento y que todo el mundo está compinchado conmigo porque en realidad son actores… tu cerebro SEGUIRÁ QUERIENDO mirar hacia arriba. A tu cerebro le da igual lo que yo le diga…
“En serio, que en el cielo no hay nada. Todo el mundo está mirando arriba, pero no hay absolutamente nada, que te lo digo yo que he montado todo este paripé.”
Le dará absolutamente igual. Tu cerebro querrá mirar.
Y no lo digo yo. Esto lo corroboró un experimento real en las calles de Nueva York.
¿Y a qué viene todo esto?
Te cuento.
Durante las ultimas semanas te he estado contando que determinamos lo que es correcto en función de lo que piensan otras personas que es correcto.
Y también cómo la incertidumbre potencia este efecto hasta el punto de conducirnos a un estado de “ignorancia pluralista” donde NADIE hace NADA porque TODOS están esperando a ver qué hacen los DEMÁS.
También te conté por qué saber esto te puede salvar la vida.
Pues hoy te voy a contar otro de estos potenciadores que es, por lo menos, igual de potente.
“LOS MUCHOS”.
En concreto te voy a contar qué tres razones hay que explican por qué cuando vemos que MUCHA gente hace algo, nuestro cerebro prácticamente nos OBLIGA a hacer lo mismo.
Tres razones tres.
Vamos al lío.
Razón #1. Validación
La primera razón por la que el efecto de “los muchos” es tan potente es la validación.
Vamos, que si hay mucha gente que hace algo, entonces ese algo DEBE estar bien. Y cuanta más gente lo haga, pues más seguros estamos de que es buena idea hacerlo.
⭐️ Por eso nos fijamos en las reviews cuando compramos en Amazon, aunque la mayoría de reviews sean falsas
🍽️ Por eso nos fijamos en los platos más populares cuando vamos a un restaurante nuevo
🪥 Por eso los anuncios de “9 de cada 10 dentistas recomiendan…”
Pero déjame que te cuente una historia que ocurrió en Londres en 1761.
Ese año la ciudad sufrió dos terremotos (no muy grandes) con exactamente 28 días de diferencia, por lo que un señor llamado William Bell decidió (como siempre se han decidido estas cosas: en base a sus huevos morenos) que habría un tercer terremoto el próximo 5 de abril.
Ole ahí.
Y que esta vez la ciudad quedaría destruida.
OLE. AHÍ.
Y convencido de ello, empezó a avisar a sus conciudadanos.
Al principio muy pocos le hicieron caso (a estas alturas ya deberías intuir por qué).
Pero unas pocas familias, por si acaso, se mudaron a las afueras. Cogieron todas sus cosas y hasta luego Maricarmen.
Y otros, al ver que unos pocos comenzaban a mudarse… comenzaron a imitarlos.
Y al ver que más gente se mudaba, más gente todavía decidió hacer las maletas.
Hasta que se produjo una evacuación masiva.
Lo más curioso es que entre los últimos en evacuar había gente que una semana antes SE HABÍA DESCOJONADO de la predicción. Pero claro, cuando vieron que “todo el mundo” se marchaba…
…pues es que tiene que tener sentido, ¿verdad?
¿VERDAD?
El efecto de validación de “los muchos” jugando con nuestro cerebro.
Total, que la gente terminó pagando precios desorbitados por el alojamiento, claro.
Y el terremoto, pues no se produjo, claro.
Y a la vuelta a la ciudad, pues todo el mundo le echó la culpa al tal Bell. No TAN claro.
No tan claro, porque la culpa de que la mayoría de gente se fuera, no fue de Bell. La culpa de que la mayoría de la gente se fuera, fue de LaGente™️.
Fue el hecho de que LaGente™️ se fuera, lo que hizo que LaGente™️ se fuera. Igual que fue el hecho de que varias personas se pusieran a mirar al cielo lo que hizo que tú también quisieras mirar al cielo.
Así funcionamos.
¿Te acuerdas de la época de la pandemia? ¿Te acuerdas de la manía histérica que cundió con el papel higiénico?
Pues EN PARTE era debido a esto. A que como mucha gente lo hacía, pues sería que es lo que había que hacer.
Y digo “en parte” porque además estábamos inmersos en pura incertidumbre que, como ya sabes, es otro potenciador del efecto de aprobación social.
Más madera.
Y también se juntaba otro temazo, que es el de la (supuesta) escasez. Pero esto queda pendiente para otro correo.
Lo importante es que te quedes con esta idea: cuando mucha gente hace algo, nuestro cerebro lo interpreta como una prueba social de que tiene sentido hacerlo.
Esto más o menos ya lo sabíamos.
Ahora vamos con la segunda razón de por qué “los muchos” funciona tan bien. Ésta es todavía mejor.
Razón #2. Viabilidad
O dicho de otra forma: si veo que mucha gente hace algo, significa que yo también SOY CAPAZ de hacerlo.
Ahora te voy a contar otro experimento.
El temazo era el siguiente: los investigadores querían convencer a la gente para que ahorrara energía en sus casas.
(Ya sabes, por el planeta y tal)
Así que decidieron hacer lo siguiente: enviar cuatro mensajes diferentes a distintas casas de un mismo barrio. Un mensaje por semana durante un mes.
Tres de los mensajes eran lo típico que te esperas:
🌳 “Es por el medio ambiente…”
🤝 “Es lo más responsable para la sociedad…”
💰 “Vas a ahorrar dinero…”
Pero el cuarto mensaje era diferente. Decía algo así como:
👀 “La mayoría de tus vecinos intentan ahorrar energía en sus casas”
Adivina qué pasó.
Bueno, teniendo en cuenta de qué va este mail, es prácticamente seguro que ya sabes cuál funcionó mejor. Que idiota no eres.
Efectivamente, el mensaje de los vecinos fue el que lo petó.
Tuvo un efecto 3,5 VECES mejor que el resto. Y esto lo sabemos porque midieron el ahorro en las diferentes casas con las que hicieron el experimento.
TRES COMA (o PUNTO) CINCO VECES más efectivo.
Este resultado sorprendió a los propios investigadores… e incluso a los propios residentes que participaron en el experimento.
Cuando les preguntaron a estos últimos, la mayoría esperaba que ese mensaje fuera el que MENOS impacto hubiera tenido.
Pero no fue así.
Y aquí está la clave: cuando vemos que nuestros vecinos ahorran energía, nuestro cerebro no solo piensa “ah, pues será buena idea”.
No.
También piensa “ah, pues será que, además de ser buena idea, será que ES POSIBLE”.
Porque claro, si te dicen que ahorres energía… pues vale, genial. Pero, ¿cuánto? ¿Apago la nevera? ¿Me ducho con agua fría? ¿Vuelvo a las velas? ¿Hago todo lo anterior mientras me acurruco en una fría esquina de la cocina mientras lloro y espero que el planeta se salve gracias a mi sacrificio?
VA A SER QUE NO.
PERO
Si ves que tus vecinos lo hacen, significa que hay una forma VIABLE de hacerlo sin tener que volver a la Edad Media.
Igual por esto, además de acaparar papel higiénico como si fuera moneda de cambio, durante la pandemia también nos dio por hacer pan.
Casi seguro que la mayoría de gente no se habría planteado nunca hacer pan en su vida. Pero como TodoElMundo™ comenzó a hacerlo…
…eso significaba que YO TAMBIÉN PUEDO HACER PAN!!!
Y ésta es la segunda razón por la que “los muchos” son tan potentes.
Si otros son capaces, yo también lo soy.
Y OJO CUIDAO que por fin llegamos a la tercera razón.
La más potente.
La más profunda.
La más… humana.
Razón #3. Aceptación social
Y es que resulta que nuestro cerebro está PROGRAMADO para buscar la aceptación del grupo.
Todo esto tiene sentido desde un punto de vista evolutivo: durante miles de años, ser expulsado del grupo significaba la muerte.
Pero es que además no es sólo que queramos formar parte del grupo. Es que ser diferente al grupo nos duele en el alma.
En serio.
Unos investigadores hicieron el siguiente experimento: conectaron a gente a un escáner cerebral y les dieron información que entraba en conflicto con sus propias opiniones.
En un caso, esa información venía de otras personas.
En otro caso, esa información venía de ordenadores.
¿Y qué pasó?
Pues que cuando la información diferente venía de personas en lugar de ordenadores, se activaba muchísimo más la parte del cerebro asociada a las emociones negativas. La misma parte del cerebro que se activa si vas por la calle y ves un león que corre hacia ti: la amígdala.
La amígdala del cerebro, no las de la garganta. Las de la garganta, por cierto, antes se quitaban y ahora no, ¿verdad? A mí me lo contó mi padre. Que antes te las quitaban de cuajo. En plan sin anestesia ni nada.
Como quien se arranca un padrastro si el padrastro tuviera el tamaño de una canica grande.
En mi barrio a esas canicas grandes las llamábamos boloncios, creo que de forma muy acertada. Por lo evocador del nombre, digo.
Pues después de arrancarte las amígdalas te decían que tenías que comer mucho helado. Ésa era la parte que molaba. Salvo que te las arrancaran en invierno, supongo.
Yo tengo mis dos amígdalas intactas.
En cambio no tengo padre.
Que se activa la amígdala, decía.
La misma amígdala que se activa cuando sentimos miedo o ansiedad… o, mejor dicho, la que se activa PARA QUE sintamos miedo y ansiedad.
La que se activa cuando:
💔 Te dicen “tenemos que hablar”
😨 Un político te dice que no va a subir los impuestos
🥿 Tu madre te llama por tu nombre completo (incluyendo apellidos)
Los investigadores lo llamaron “el dolor de la independencia”.
Y te voy a contar otra historia real (la última) que ilustra esto perfectamente:
Había un grupo de fumadores que iban a terapia para dejar de fumar.
En la segunda sesión, el grupo adoptó la posición de que el tabaco era TAN adictivo que era imposible dejarlo de golpe.
Todos salvo un tipo que no estaba de acuerdo.
De hecho, les dijo que él había dejado de fumar completamente desde la primera sesión. Y que los demás también podían hacerlo si querían.
¿Te imaginas qué pasó?
El grupo se puso EN SU CONTRA.
Comenzaron a atacarlo furiosamente. Ahí a tope con mazo de ad-hominems, falacias de falso dilema, hombre de paja… una sangría, vaya.
¿Y sabes qué hizo nuestro amigo en la siguiente sesión?
Llegó y dijo: “He estado pensando en vuestro punto de vista y he tomado una decisión importante: he vuelto a fumar dos paquetes al día y no voy a hacer ningún esfuerzo por dejarlo hasta que hayamos tenido la última sesión” 🤦♂️
¿La respuesta del grupo?
Aplausos.
Y felicitaciones.
Aplaudieron y le felicitaron.
Por volver a fumar.
Porque así volvía a ser parte del grupo.
TÓCATE LOS COJONES MARILOLES
Y así es cómo funcionan en esencia las sectas.
Primero hacen una demostración desmedida de cariño y afecto a los potenciales miembros del grupo. Especialmente a individuos que se sienten solos o aislados.
A esta muestra inicial de amor se la conoce con el sugerente nombre de “Bomba de amor”.
Después te amenazan con retirar ese afecto si no sigues las reglas establecidas por el grupo.
Así de simple: primero atacan el deseo de aceptación social y después atacan el miedo al rechazo.
Así de efectivo.
Así de peligroso.
¿Y qué podemos hacer con todo esto que te acabo de contar?
Pues no lo sé. Seguro que muchas cosas, pero aquí lanzo tres ideas:
La próxima vez que veas a todo el mundo haciendo algo (comprando Bitcoin, usando una nueva red social, obsesionándose con la última dieta milagro…) PARA. Respira. Y pregúntate: ¿lo estoy haciendo porque tiene sentido o porque TodoElMundo™ lo hace?
Si quieres que otros adopten un nuevo comportamiento, no uses razones lógicas. Mejor muéstrales que hay mucha gente que ya lo está haciendo.
Y la más importante: cuando veas a alguien nadando contra corriente, tratando de hacer algo diferente… no te unas al grupo que lo critica. O sí. Dependerá de lo que esté haciendo. O incluso del tipo en sí. Pero ojo cuidao porque igual ese “loco” tiene razón.
Como la tuvo Galileo.
Como la tuvo Henry Freeman
O como la tenía el tipo que dejó de fumar pero luego ya no.
Al fin y al cabo, todo cambio importante empieza con alguien que se atreve a ser diferente.
Hablando de lo cual…
Mientras yo escribo sobre el poder de la influencia social y tú lees sobre cómo nos hace creer cosas que no son ciertas, hay una verdad fundamental que está siendo silenciada por “los muchos”.
Aquí y ahora.
Una verdad que el 80% de la población se niega a admitir a pesar de toda la evidencia que lo apoya.
Y lo más probable es que TÚ pertenezcas a ese 80%.
OJO CUIDAO
La tortilla de patata NO lleva cebolla.
Lo sé. Es duro de escuchar. Años de condicionamiento social te harán querer resistirte a esta verdad. Tu cerebro intentará negarlo. “Pero si todo el mundo le pone cebolla”, dirás. “Si siempre ha llevado cebolla”, pensarás.
Pero eso es exactamente de lo que hemos estado hablando: el poder de “los muchos” para hacernos creer que algo es correcto simplemente porque la mayoría lo hace.
La tortilla de patata con cebolla es tortilla de patata con cosas. Y no hay más vuelta de hoja.
Mejor si las patatas llevan doble fritura. Primero una lenta, casi como si las confitaras y, tras un reposo, una segunda inmersión en aceite fuerte.
Esto lo sabemos, tan solo, el 20% de la población. Pero cada vez somos más.
Libera tu mente.
Despierta.
Y no te dejes engañar por “los muchos”.
Un abrazo, el Notas Atómico ⚛️
Cuanta más gente, mayor será el principio de aprobación social
Esto se debe a tres factores: la validación, la viabilidad y la aceptación social.
Validez: Si lo hacen muchos es que es buena idea.
Viabilidad: Si vemos que mucha gente hace algo, quiere decir que YO también soy capaz de hacerlo.
Aceptación social: Nos sentimos más aceptados por la sociedad cuando formamos parte del grupo.
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